La Iglesia conforme a la Palabra de Dios

Algunos vemos que el Nuevo Testamento llama 'iglesia', en el sentido local, al conjunto de todos los creyentes nacidos de nuevo en una deternimada localidad: el Cuerpo de Cristo en tal o cual localidad, independientemente de las divisiones creadas por los hombres. Por tanto nosotros no podemos llamar 'iglesia', o 'congregación' o 'asamblea' a nada que sea menos que el Cuerpo en la localidad, ni podemos congregarnos sobre otra base que el Cuerpo, independientemente de que otros hermanos se reúnan sobre otras bases (denominacionales o no-denominacionales).

Regresar a la base bíblica del Cuerpo de Cristo para definir los límites de la iglesia local no crea una división más, aunque lo parezca aparentemente, sino todo lo contario: divide el Cuerpo el que se congrega sobre otra base diferente ("obra de la carne", lo llama la Escritura), no el que obedece el principio bíblico. Lo que importa es cómo ve Dios las cosas, no cómo las ven los hombres.

Pero no nos es fácil encontrar hermanos o grupos cristianos con espíritu de sabiduría y revelación espiritual para entender la visión bíblica de la iglesia; o que entendiéndola se abran a ella, dispuestos a pagar el precio por obedecerla, que muy a menudo es una dolorosa soledad, por cuanto se aprecia mucho más la comunión del Cuerpo; soledad que es malentendida...

También vemos que la voluntad de Dios revelada es levantar (a su tiempo) un equipo de hermanos maduros (ancianos) en cada localidad, sujetos a Cristo cabeza, para cuidar (pastorear) y gobernar y supervisar la iglesia, ayudados por diáconos y diaconisas. No vemos que haya pastores asignados por una organización religiosa, ni un pastor único, ni un pastor principal ayudado por otros ancianos o pastores subalternos.

También nos cuesta encontrar hermanos y grupos cristianos que estén abiertos a aceptar este elemento del orden divino de la Iglesia, por más que sea tan claro en la Palabra.

Nada más lejos de nosotros que pretender sustituir la comunión real y efectiva en la localidad por una comunión virtual vía internet. Pero nuestra primera lealtad es para con el Señor, y si eso nos aboca a la soledad, aunque nos duele cada día, y cada día anhelamos la comunión cotidiana del Cuerpo, y la buscamos en lo posible, y oramos al Señor para que despierte el espíritu de los hermanos en nuestra ciudad y región para la vida normal de la Iglesia, con todo, aceptamos pagar el precio por obedecer, conforme a la luz de nuestra conciencia, a la visión celestial conforme a la Palabra.

(De una carta a un amado hermano).

P.F. Obed

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